Escribir es difícil después de
encerrar con candados a la escritura, es complicado cuando el tiempo cae
en el olvido, pero bastan unas palabras, ni siquiera un párrafo, unas palabras
y de pronto se desboca la escritura y con ella la vida nos perdona un poco.
Pensamos
que al cerrar el grifo o al secar el río todo terminaría, pero el agua tiene la
memoria de sus caminos, la lluvia no deja de caer, alguien, en alguna parte,
lleva a cabo un sacrificio por todos nosotros. La palabra sabe la forma de su escritura y toda
escritura es personal e intransferible, incluso más que las huellas digitales. Más que el rostro la escritura contiene nuestra forma, es el vaso y el agua, en
ella nuestro primer sueño y nuestra muerte sin fin.
¿Cuál
es la mía? En qué infancia se encuentran mis letras, hay tanto por decir y que
no quiero, y me lleva…, me lleva siempre porque las palabras, a pesar de tanta
cultura, son un potro sin dueño, un hervidero que de pronto estalla, el
hormiguero que va mordiendo el falo hasta hacerlo rijosamente insoportable.
La
escritura es libertad y deseo, y la libertad y el deseo tienen su propio orden.
Escribo, recorro un bar con los nuevos amigos, recuerdo los viejos, los
rostros, las mujeres que se miraron en mis ojos y yo en los suyos mientras las
cervezas no dejaban de caminar por nuestros cuerpos. Recuerdo las playas y la
oscuridad de ciertas calles, los pastos
donde la dicha era negra como el aliento, las fiestas, los baños destrozados,
los cuartos desamurallados por el deseo de sentir el final del mundo. Palpo,
huelo los cuartos de hoteles donde dejé
mis huesos, veo el INE perdido y hallado en “La paloma”; los vidrios que nos
reflejaban en las lascas de lo que éramos en ese entonces. Recuerdo tu boca en el corazón de la música y mi odio por los
Beatles y el gusto de mi olfato por tus axilas y el lamer…, cómo me gustaría
lamerte entera.
Tengo
la edad de los perdedores y la de los sueños que se van cumpliendo. La derrota
es una victoria que no aceptamos, hija ilegítima de nuestros deseos, pero
nuestra como el olor del sexo al amanecer en un cuarto que desconocemos y
parece que hemos habitado siempre como el espejo, ese espejo que no queremos
voltear a ver porque nos revela toda nuestra desnudez, es monstruoso verse al
completo, es monstruoso que un espejo nos muestre el santo y seña de lo que más
odiamos y de lo que más nos pertenece. Me gustaría que me estrujaras con cariño
hasta destrozarme. Amor mío, te amo ahora, dinamitemos el mundo con nuestros
cuerpos, dinamitemos lo que resta del día, dinamitémonos ahora que las palabras
no terminan de manar y que tú eres posible como mi mano, como mi lengua que dice tu nombre ahora que la palabra es una epifanía y una verdad incontrastable.
Me
gustaría apretarte la cintura y después bajar mis dedos por tus nalgas. Me
gustan tus nalgas, que lindas son tus nalgas son como cabritillos…, no, no lo
son, son como tú, como tu vida reposada, como la almohada en que despiertas,
como este sueño de palabras que bajan sin sentido por tus caderas,
descaminadas, enfermas, aunque no muy perdidas. ¿Qué fiebre hay en tus nalgas?, o ¿es en mi boca?, dónde ponerla ahora que mi lengua sólo sabe palabras de tu
cuerpo.
Soy
un perro borracho que olfatea tu sexo, que marca los postes de tu olor y rasga
con sus patas la carne viva de este día que te ha depositado en mi verga, en
este dolor que de tan claro es una epifanía, una caricia que escalda más la
rabia por tenerte abierta y en guerra. Penetro un infinito que empieza y
termina en el orgasmo, penetro la constelación que te nombra y letra a letra
engarzo el alfabeto donde tú y yo somos posibles.
Siempre
es un orgasmo quien nos conduce a la palabra, escudriñamos un eco como quien intenta
provocar un gemido. Te busco como si buscara las monedas restantes para completar
las seis horas de hotel, te busco para ser feliz, para hacerme de unas palabras
que alivien un poco los ríos y las muertes de este invierno, para hacerme de una palabra para calentar la noche.
Fabuloso como siempre, mi estimado Roberto.
ResponderEliminarGracias por tu tiempo siempre, te quiero mucho. Cuídate n.n
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