
Me siento capaz de lamerte la fe
y ese aliento tan tuyo que llamas alma;
de abandonarte en los azules y violetas
de la tristeza y del alcohol.
Capaz de arrancarme este pulso encanecido
y este corazón contrahecho
para latir en alguna de las uñas de tu sangre.
Sería capaz de ser humilde
sin importarme la ceguera y la soledad
que se abalanzarían sobre los espejos.
Quizá de ser libre también
aunque me desangre cada letra,
cada palabra que piense y no escriba.
Finalmente,
me siento capaz de morir,
pero no ahora, no, no ahora
que me sé un hombre de buenas intenciones.
La foto es de Robert Frank
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