Un poema que me acaban de premiar
TEATRO DE VOCES
¿Estamos
solos?
¡Qué absurdo
estar vestidos!
¿Flotamos ya?
Sin carne.
Sin ritos.
Nada es
necesario para morir.
Todo está de
más, hasta nosotros.
No hay lagos,
ríos ni luces.
El olvido y
la distancia
son errores
de la soledad
que nada olvida
ni suelta.
Agua o
telaraña a lo lejos,
en la poesía,
allá, en la vida.
¿Aquí?,
aquí en este
punto que ya no es,
que antes
estaba, estoy seguro.
¿Estaba?
¿A dónde?
¿Girando?
¿Por qué?
No.
Quisiera
creer y no.
Antes
tampoco.
Nada había.
Polvo tal vez.
La materia de
la nada es el polvo.
Los dedos
aúllan entre la tierra por costumbre.
Igual los
gallos que se aferran
a sus
gargantas, al canto,
negándose a
perder la luz
cuando ya la
han perdido.
Nada les
queda.
Nos queda.
Ahora nazco
sin manos, sin cabeza,
sin astros.
Sólo los
dientes y las uñas
siguen
creciendo,
se precipitan
sin dirección
como un
huracán, como una loca
a quien le
han arrebatado a sus hijos.
Soy un muñón,
un corte.
Nadie…
Nada.
Es noviembre
un pozo
o una luna de
huesos.
¿Infiernos?
Una lágrima
partida a la mitad.
Los ojos son
tristes en lo profundo,
en la luz del
mundo.
La obscuridad
ahora
no alcanza
para alegrarnos.
¿Ahora?
No hay llamas
ni hielos.
El mundo es
su temperatura.
Aquí no.
Por decir
aquí o allá
o en todas
partes o en ninguna.
Todo es un no
y un sí.
Un quedarse
en el aire sin sentido…
¿Sentido?
Aquí nada lo
tiene.
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