El mar, oscuridad herida, costra azul,
tatuajes,
hombres, abecedarios, mundos en la sed de las sirenas.
¿Cuántos colores caben en la piel?
¿Hay alguno que no naufrague en su propia sombra?
¡Ah, las sirenas!, siempre mutiladas.
Tan fría la voz de sus ojos que escuecen.
Es tan ancho y profundo el abismo de la luz.
El coletazo hiriente de sus aguas, tan sordo.
El sol sigue negro y en calma.
Un cuerpo se ahoga al momento de amar,
se hincha y flota algunos días,
el olvido termina por matarlo del todo,
no los peces, no la sal, no el mar,
no, nunca el mar.
Es tan triste el espectáculo de una sirena ahogada por el
peso de su propia belleza.
¿Es tan triste?
A las cinco de la tarde, con el cielo de espaldas a los
hombres recostado sobre la arena.
¿Es verdad tan triste?
Un cielo abierto y plateado, sólo las cuerdas sin cuellos de
los ángeles brillan a lo lejos.
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