Siempre es la misma pregunta, subo
una montaña o una pendiente o las escaleras que dan a mi salón, ¿qué soy? Busco
mi rostro, ¡cada uno de los malditos días de mi vida he buscado mi rostro!
Cuántos libros he leído con esa intención, cuántas palabras he trazado para
encontrarme, pero la escritura jamás encuentra nada, nos precipita en un caos
que simula un sentido: “Nada es verdad o mentira”.
He garabateado mi
rostro un millón de veces, me he perdido en el insomnio, en los siete velos y en su desnudez, en uno
igual al que hoy me conjura y que torpemente olvida la salmodia para hacerme
tangible, carne de mi carne. Escribo desde mi fantasma, agarrado por el deseo
de saberme me caliento.
El “deseo”, qué
palabra más tierna y huérfana, cuánta brutalidad entra allí. El deseo tiene una
forma y en ella se esconde el único sentido que nos valida. Para mí el deseo es
mujer, es el eco de mi carne, la hondura donde renuevo mis entrañas, el espacio
donde me eternizo, azogue y fuste, revelación de ti, ¿de mí?
Boca, voz, la
claridad de sus senos, la caridad de sus caderas enrojeciendo contra la crudeza
de mi tacto, el peso de mi aliento, de mi saliva sobre sus glúteos. ¿Qué soy? En esos
momentos lo soy todo y pruebo todo, el infinito recorre tus muslos en mi cara,
¿no sientes ladrar a los perros?, se eriza la lengua, te olfateo, la luna es
una enorme manada de aullidos. Revuelve mi cabello, embrídame a tu coño. Gemido a gemido me yergo bajo tu pubis.
Tengo la cabeza
cercenada por el deseo, bésame, llénate de sangre, ¡qué otro suicidio que
matarme quieres! Bésame, corroe mi
aliento, lame mi barba, la memoria de mi agonía, “conserva la forma de mis
amores descompuestos”. Traga mi lengua, sofoca el filo de mis palabras con el
monótono tartamudeo de la carne, apriétame al círculo de tu noche, destrózame la
razón de los sentidos. Ámame, no me ames, no creas nunca en el amor, lo es
todo. Atragántate.
Dime, ¿Serías amor si
fueses vida, serías deseo, serías qué color, qué torturada violeta o qué lila o
qué espina? Dime, ¿y yo, qué soy, qué me queda cuando tus manos cargan con mi cabeza?