Labro las sombras de la hoja,
blanca, pesadamente blanca. Me doy tiempo para sepultarme, dejar de ser esto,
olvidar que en los ventanales se refleja mi cuerpo y la tarde…, qué pronto se
hace tarde.
Afuera ya cae la
noche en los árboles, los cantos de los pájaros amortiguan sus alas, los pasos
adquieren otro ritmo, una manera de caminar en un reino que nos rechaza y que
tratamos de ignorar con los esfuerzos de la luz eléctrica y el ruido de
nuestras voces. Los gatos marchan a sus sombras, guardan de nosotros sus lunas.
No hay pausas en
la existencia, estoy obligado a estar, a buscar una salida de ese laberinto que
fraguo a mi placer, línea a línea, hoja por hoja, quisiera perderme en este
destino, en este punto de guardado de mi memoria.
La única sabiduría
es la imaginación, el génesis de los dioses y de los hombres, el verdadero
reino de Nunca Jamás. No quisiera salir de aquí, me falta tanto por conocer,
qué habrá en la siguiente palabra, al doblar la frase, ¿aparecerá en ese punto
ciego de mi vida un destino o la espada de una revelación?
La gente tras la
puerta me apura a dejar la pluma, me arranca la escritura y hay tanta orfandad
entonces, quisiera cerrar los ojos, negarlos, pero la juventud no permite que
se le niegue, no pide permiso para arrancarnos los ojos. La belleza nos
aniquila Rilke y es el tiempo quien le da su monstruosidad, quien me avisa que
pronto serán las seis y tendré que forzarme a salir de mí mismo, hacia no sé
qué parte de mí y de los demás.
Leo el título del
libro que tengo sobre el escritorio: Las elegías
de Duino. Hoy veré en clase la primera; tan poco el tiempo para hablar del
amor y la muerte, de esas voces que nos conforman, de este nombre que parece un
diente flojo.
Entran en tropel, nos
saludamos, trato de conservar mi unidad, de ser uno en este cuerpo que se niega
a contenerme, qué ángel desdeñoso me estrecha ahora, qué boca me destruye
contra su corazón y guía mis palabras; y sí Rilke: “La belleza no es sino el
nacimiento de lo terrible”. La belleza…, qué difícil es empezar una elegía con
una pregunta sin respuesta y con tan tremenda palabra. La belleza, ¿realmente
existe sin destruirnos?
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ResponderEliminarGracias por leerlo. Saludos. n.n y son muy buenos versos
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