Nadie puede abolir
el azar, somos el cúmulo de muchas contingencias. Hoy estas palabras pudieran
ser el reflejo de alguien más, quizá el que era ayer o de otro que ni siquiera
existe o que ahorita mismo se está formando al ritmo de estas letras.
Lo
imagino vestido con una camisa blanca, sin mucho empeño en el peinado, su
pantalón mal planchado, deslucido como la propia tela de los bancos donde está
sentado. Espera su cerveza, los dedos tamborilean en la barra, no sé si de
nerviosismo o sólo está recordando una melodía que no se ha podido sacar de la
cabeza. Él está allí sin saber que es mi mente quien lo hizo posible, que si
espera a alguien o está solo bebiendo es porque yo lo quiero imaginar de ese
modo.
No
tiene conciencia de que estoy pensando en él y lo estoy creando o que estoy
salvando parte de su vida, pero si eso es posible, también podría ser que
alguien más guíe mis palabras, que esté creando este momento en que escribo pensando
que estoy conservando el recuerdo de alguien más. Quizá no es una parte
importante la que estoy resguardando del olvido, como todas las cosas inútiles
que he acumulado hasta hoy, pero está allí y por ello tiene todo el derecho de
existir.
Pero
si no hay nadie detrás de mis palabras, si soy yo el que está conservando el
rito solitario de aquel bebedor, quizá, del mismo modo, recobre un instante que
he perdido. Tal vez exista una persona que haya escrito parte de mi vida,
ciertos recuerdos míos de los cuales no tengo memoria y pueda intercambiarlos por
los que ahorita estoy guardando.
Pero,
si alguien está dictándome estas palabras, le pido que no ponga un punto final
a mi historia. Si se cansa de mí, de lo aburrida que es mi vida, que me deje en
puntos suspensivos, quizá algún día haga algo diferente, pero necesitaré
forzosamente de ese recuerdo, en apariencia banal, para poder romper o cambiar
mi rutina, quizá sea ese momento el ápice de mi hartazgo para salir de mi
estilo de vida, no lo sé.
Si
puedo seguir pidiendo, me gustaría que me devolvieran el aroma de un pubis que
se me quedó bastante tiempo enredado en la garganta pero que hoy simplemente,
por más que he tratado, no puedo recordar; espero que alguien lo haya conservado
para mí, porque hoy necesito saturar mi nariz de deseo.
Por
lo pronto aquí dejo el recuerdo de aquel otro que por fin recibe su bebida, ve
las gotas de agua deslizarse por el cristal del tarro, se acuerda de las calles
que tuvo que caminar para llegar allí, pero sobre todo del obsceno calor de
afuera y sonríe antes de dar el primer trago.
No
sé si espera a alguien o sólo mira a su alrededor como una manera de
contrastarse con los demás para atizar el veneno de su soledad o quizá, sólo es
por simple curiosidad que recorre rostros, cuerpos y con ello se siente a
gusto, conforme, integrado a la vida, a todos aquellos contertulios que como él
beben para refrescarse un poco del infierno que dejaron al entrar en el bar…
Es
todo lo que puedo ver, después se difumina con la misma rapidez con que bebe la
cerveza. Dejo este esbozo que alguien perdió y tal vez pueda completarlo con sus
pensamientos de ese momento –a los cuales no tengo acceso–, y si ese alguien
tiene algo que me pertenece, le pido, del mismo modo que lo escriba y me lo
haga saber, porque pienso que hay cosas que no deberíamos haber olvidado,
aunque a veces parezcan demasiado banales y no lo son, porque su existencia no
brilla en el momento en que sucedieron sino en un tiempo distante, en el futuro,
cuando ya las hemos olvidado.
La imagen es de weegee
ResponderEliminarQuerido vago: parece que esta semana se trata de olvidos, reconstruccciones y recreaciones. Hombres que sueñan hombres al escribir sobre ellos y la infinita circularidad de crear lo creado y, al mismo tiempo, ser creatura. Está bien tu aclaración sobre la imagen, no te vayan a destituir de tu cargo cultural.
ResponderEliminar