Son las nueve de
la mañana, me he bañado y estoy listo para salir a dar clase. Sé que no iré, la
enfermedad se empeña en mostrarme lo rápido que puede deteriorarse un cuerpo.
No importa, me peino, me visto con mi disfraz de maestro, me pongo los zapatos mejor
lustrados que tengo y pienso que es posible salir, que la voluntad y el deseo pueden más
que la razón.
Trato de encontrar aprobación en la mirada de
mi perro, pero el sólo se tumba sobre mis pies. Es grato el calor desinteresado
de los animales. Ruelas acomoda su cuerpo en mis empeines, en los tobillos.
Siento el gruñido de las nueve y treinta de la mañana, es frío, busca bronca,
espera afuera de mi casa.
Por fin está mi
té, observo el humo lentísimo de la taza, un giro que se prolonga en mi vida,
que la va enredando en una espiral de jazmines y miel, trago saliva con
esfuerzo, por la nariz entran lentos los anillos de las flores y los néctares. “Qué
bellos son tus pechos Sulamita, qué bellos, parecen cabritillos mellizos de
leche y miel”.
El perro se ovilla
en mis piernas, su cola se enrosca en mis pantorrillas. Bebo un traguito, rezo
por saber a lo que sabe el jazmín y la miel. Hace dos días que perdí el olfato.
Me gustaría oler unas buenas axilas o las frutas de todo un mercado. Aspiro ―menos
de un segundo de expectación que pasa como un siglo―,
cae el agua del bambú y forma las primeras ondas en mi cavidad nasal. Un olor
verde, un círculo tranquilo, un estanque con dos luciérnagas atizadas.
Mi garganta
agradece cada trago, el calor no sube a la cabeza, no me da brío, sólo pone su
mano en mi pecho…, tengo cinco años, me han bañado, me han puesto el uniforme
azul, no desayuno mi cereal, me derrumbo en la mesa, mi madre pone a calentar
el agua en ese pocillo que ha vivido más de una guerra, el calor no sube,
acaricia mi frente y luego mi pecho, me abriga… Soy el enfermo mejor vestido de mi casa.
Jajajaja, me hace carcajearme final. Me pasa lo mismo. Cuando me siento más de la chingada, es cuando procuro ponerme mis mejores trapos. Buenas letras. Felicidades y un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar al blog y tomarte el tiempo. Saludos y sí, al menos la enfermedad no pudre el estilo. jajaja.
EliminarInteresante relato. Me encantó leerlo.
ResponderEliminarGracias por la lectura y el comentario. Un gran abrazo.
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