A veces se requiere
un poco de ayuda. No sé por qué escribí este inicio. Me gustaría borrarlo pero
estoy cansado, pueden olvidarlo y recomencemos: A veces se requiere un poco de
ayuda. Lo volví hacer, definitivamente hay veces que uno quisiera cambiar el
pasado pero simplemente éste se nos impone y por más que queremos borrarlo permanece
fijo y muchas veces se repite como esta oración inicial.
No
es que esté jugando, de verdad no puedo quitarlo, no sé por qué. ¿Ayuda? No la
necesito, al menos no en este momento. Requiero descanso o más energía y que el
día sea lo doble de largo para terminar todos mis pendientes. Si han sentido
alguna vez urgencia por vivir o que la muerte ya les babea la nuca, quizá
puedan entenderme.
Tampoco
es que esté muriendo, pero siento que últimamente la vida se acaba y se consume
de una manera demasiado cruel, sin darme tiempo a nada. Me gustaría que mis
manos pudieran detener los tobillos del tiempo un momento, pero si eso hacen
estarían ocupadas y no podrían hacer nada y entonces viviría una eternidad
encadenado a detener el tiempo y eso de qué serviría.
El
tiempo requiere de dinamismo, aunque se espera que este dinamismo no avance,
como si la alegría, el dolor, la tristeza, el orgasmo pudieran durar para
siempre. Lo único que dura es el movimiento, hasta el recuerdo es un bosque en
perpetuo cambio.
¿Quién
se acuerda del olor de la primera mujer desnuda que tuvo entre sus brazos? Yo
no. Tampoco recuerdo mi primer beso, quizá pueda decir: bueno, puedo evocar
cómo se iba acercando su cara, abarcando todo mi campo de visión; la luz apenas se filtraba
por un resquicio de la perrera en donde nos encontrábamos y cada arista que lograba colarse afilaba su perfil, el mismo que
iba cortándome, hiriéndome de deseo, dejándome la baba de su ardor en mi boca,
que quizá quemaba y palpitaba como ahora al reavivar, quizá más con la imaginación
que con otra cosa, aquel pasado.
Pero
ya olvidé qué sentí, no puedo acordarme ni del calor ni olor de su aliento, ni
de la densidad de sus labios, ni la manera en que oprimieron los míos ni de
cuánto duro el miedo o el deseo.
Ese
instante ya es un collage de tiempos sobrepuestos que alargo o acorto a placer,
porque ni siquiera sé su duración: ¿un instante?, ¿diez minutos?, ¿continúa
hasta el día de hoy? El tiempo, como ya sabemos, es relativo. Aunque, entre más
gozoso o entre más cosas deseemos realizar es más corto y entre más aburridos
estemos o infelices se alargará infinitamente.
El
mío desgraciadamente hace ya bastante que me arrastra sin contemplaciones, sin
dejarme recoger algo de equipaje, sin tentarse el corazón de los proyectos que
tengo en mente o que dejo mutilados. Al menos, de vez en cuando –como ahora–, me
deja respirar un poco y prolongar más de lo debido y con más detalles –quizá
ficticios– el recuerdo y el deseo de un cuerpo entre el mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario