Empiezas siendo una
cosquilla en los dedos de mis pies, tus hormigas trepan por mis muslos, horadas
la carne, reptas por mis venas, mordisqueas mis huesos, me escoces el falo, haces
arder mi vientre; ahora estás en mi garganta, la aprietas, subes por esos
pequeños conductos que llegan hasta mi boca, la dejas cariada, hinchada;
remontas por mi nariz hasta infectar mi oído derecho, estoy enfermo.
Acostado,
me aguadas la almohada, haces que en la madrugada prenda la luz y camine por
una sala a obscuras, todo es igual a los últimos días que estuvimos juntos. Tengo
la boca seca, estoy cansado, demasiado cansado.
Sé
que te gustaba mi cara, lo sé, en este momento te me presentas como un dolor de
cabeza, como una patada en el cerebro. Mi belleza se la debo a otro golpe, uno
que me dieron en mi pubertad. No sé qué haría ahora si no tuviera la boca y la
nariz chueca. Podría ser el próximo Clint Eastwood o Robert de Niro, podría ser
un mafioso o un capo, pero la verdad soy muy flojo para la actuación y las
emociones fuertes no son para mí.
Me
han dicho que Venecia es el lugar perfecto para no encontrarte, pero que es un
cementerio de soledades. Que allí los canales, los puentes, los cafés están
libres de ti, del amor vivo, de todos esos presentes sentados en mi mesa. Aunque dicen que es triste,
que es como aquella canción. No puedo entender a ese cantante que busca o
quiere encontrar en Venecia lo que ya no está en Venecia. Yo, al contrario, estaría
muy bien en una Venecia sin ti, sin este dolor que no me deja respirar a gusto.
Aunque sería absurdo tener que ir hasta allá para curarme. Digo, nunca fuiste la
mujer más hermosa del mundo, pero no eras fea, me gusta tu frente y tu nariz, y
sí, sí, tus senos, tus senos, tus aréolas grandes, redondas, como dos doblones
españoles. ¡Ah, tus senos!, la única suavidad que recuerdo de ti. Además, no
tengo ni dinero para irme siquiera a Cuernavaca como para pensar ahora en
Venecia.
Pero
de alguna forma tengo que marcharme. Qué me queda, qué opciones tengo, estoy
enfebrecido por ti, no quiero seguir tiritando de frío y tener el cuerpo
hirviendo. No eres más que una enfermedad, un café frío en la mañana.
Si
al menos me dejaras un momento, si tuviera el valor de echarme bajo la lluvia
como una ballena encallada en la playa, pero la lluvia, la lluvia… O dar saltos
como los niños entre los charcos o jugar futbol y llenarme de lodo las rodillas
y mentar madres al portero que no puede parar un estúpido disparo. Cómo me
gustaría presumir mi incapacidad para los deportes con cualquier niña que pase
montada en su bicicleta. Mi virtud y lo sabes, es ser gracioso. Al menos
siempre te parecí simpático, a no ser que también me hayas mentido sobre eso.
Y
hablando de niñas, una vez estuve enamorado. Ella tenía un rostro claro y unas
piernas hermosas y unas nalgas que me causaban cada vergüenza con la gente que
me veía por debajo de la cintura. Pero la felicidad, al imaginarlas apretadas
entre mis manos, nunca me la pudieron arrancar, incluso ahora.
La
dejé de ver, no porque quisiera, las cosas así pasan. Era muy bonita, se
llamaba Deyanira o Dayanira –lo curioso es que conozco a dos personas con esos
nombres, por eso no recuerdo cuál era cuál. De las dos estuve enamorado y de
las dos corrí casi con el mismo resultado. Bueno Deyanira o Dayanira, alguna de
ellas, me quería un poquito, pero yo las quería demasiado, ése es mi problema
realmente, quizá por eso no logro sacarte de mi nariz, eres como un pelo
colgando de mi fosa nasal. Que quede claro, te quería, sí, pero no con el
corazón. Uno puede querer sin necesidad de tenerlo. Eso sólo es una bomba, un
músculo; y yo la verdad de músculos, cero. Uno quiere con el cuerpo, si no,
para qué chingados querer a alguien si no le vamos a apretar los huesitos.
Pero
es verdad, me olvidaba, estaba con eso de Venecia. Bueno, no estaba, pero
quería estar pero no como aquel cantante. Aunque para mí, si pienso como él…
Pero no, quién va a otro país a sufrir, ¿qué onda con el masoquista?
Total,
si yo estuviera en su caso, que no lo es, mi Venecia sería la lluvia, cualquier
tipo de lluvia, pero sobre todo la que te agarra en la calle mientras pasas frente
a las ventanas de un café y allí, enmarcados, una pareja se besa, o sin besarse,
simplemente, el sólo hecho de mirarlos da coraje. Porque vaya, no sé si sea mi
mala suerte pero siempre la chica es guapa y el otro sinceramente feo –por
decir lo menos; y yo, la verdad, soy guapo, quizá demasiado. No, de verdad, soy
un hombre guapo, no tengo la culpa, lo juro. Además, en eso no tengo nada que
ver, uno nace así, no es una virtud; digo, nada hice para nacer guapo, sólo
nací así. Pero estaba hablando sobre Venecia y sí, lo que me pone chípil y hace
andar la maquinaria del recuerdo es la lluvia; al menos que me vaya a Durango o
a Zacatecas podría evitarla. Pero allá se vive mal, tienen demasiados problemas
con las sequías, además el conflicto entre el ejército y el narco no es para
tomarlo a la ligera, prefiero morir de amor que de muerte natural.
Digo,
no se vive muy bien aquí, pero tenemos agua y sí, hay asaltos, asesinan gente
como cualquier otro lado –en menor cantidad–, violan mujeres, los borrachos
cada fin de semana le clavan la lámina del auto a un cristiano y, sí, dejan
niños en botes de basura, haces más de hora y media al trabajo o a la escuela;
pero no escuchas a la vuelta de la esquina la metralla o los coches bomba o los
gritos de los que estaban, sin saberlo, ante su última cena en un restaurante.
Soy
miedoso, lo acepto, pero quién no le tiene miedo a una pistola y aunque no me
gusta mucho bañarme, a veces es inevitable darse un regaderazo, además para
preparar la comida e ir al baño se necesita agua y no tenerla de verdad es
molesto. Quizá la lluvia, el insomnio y soportar este dolor en el cuerpo no sea
tan malo después de todo. Ya pasará, igual con una aspirina dejas de masticarme
los sesos, nada puede durar para siempre.
Este Adonis contemporáneo está profundamente enfermo y también absoultamente vacío. No puede encontrar, ya no sólo el lugar para sus deseos, sino para sus propios huesos, que se diluyen como la lluvia. ¿Así suele ser el abandono, o la memoria del abandono?
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