miércoles, 26 de abril de 2017

LA LUZ LA OSCURIDAD









Tengo tres máscaras de gas enfrente de mí, sin ojos, vacías, rostros blancos de ancianos que fueron o de soldados, ya muertas las banderas. La mirada nunca es un punto negro aunque sea la única luz que nos refleje. Qué difícil es escribir desde ese pozo con toda la luz allá fuera; dependiendo la velocidad con que la alcancemos será el golpe de nuestra revelación. Sólo los locos son santos, nunca los idiotas, somos demasiados.
Deletreo los ojos que no alcanzo a mirar; la luz, qué lenguaje más amargo, cae de golpe y los sentidos se abren, explotan, la mente forma los siete días de la creación en un instante, traemos la divinidad a flor de labio, hasta el tuétano cargamos con este dios que se va pudriendo y pudre el cuerpo a cada milagro. Cuánta soledad…, y más rabia al no poder compartir este instante, abrir las yemas de los dedos en capas tan delgadas para que otro contemple la fragilidad del día, el dorado dolor y el temor que nos acecha: la belleza; la belleza que suavemente nos aniquila los sentidos.

 Necesito la noche para vivir, para descansar de mí descargando el mundo. La noche no está en los sueños ni en la mirada ni en los alfabetos; está en el intersticio del silencio, en ese espacio entre el deseo y la reflexión. No es duda, es sólo tránsito a ninguna parte, son los cinco segundos terminado el orgasmo, es la barca sin el pago de las dos monedas y el río sin brújula, perdido en sus tres orillas.

Aniquilación pura de la muerte y de la vida, no existir en un más allá ni en un más acá. La noche no es espacio ni tiempo. Están equivocados los temerosos y los que sueñan después de que el sol se ha extinguido. El terror y la alegría nos pertenecen por entero, son fuerzas que, o nacen de nosotros y nos superan, o nos superan y consumen hacia dentro. Lo noche no, no…. La noche es algo completamente ajeno al lenguaje y al cuerpo, la noche no conoce de divinidad, la noche no se conoce, no se recuerda ni se olvida.