sábado, 14 de mayo de 2011

EL VACÍO DE NOMBRAR


Hay palabras que pesan, sustantivos que adjetivan la realidad, una realidad que quizá no interesa comprender, racionalizar sino vivirla; es como ponerle una pijama azul o rosa a un recién nacido o pintar todos los amarillos de canarios.

Como novio, amante, esposo, padre, madre o amigo hay palabras que realmente me oprimen, como si tuviera un papel determinado en alguna puesta en escena, sin poder aflojar la corbata o la sonrisa; como si el mero título ya predispusiera el tipo de mirada, la rapidez de las pulsiones: pues a un amante le debe de hervir forzosamente la sangre y al amigo es imposible encontrarle en la saliva la lujuria.

Es cierto que sería imposible vivir en una sociedad en donde el acto de nombrar estuviera vedado; pero creo que decir rosa no es describir a la rosa, aunque la palabra las abarque a todas como decía Borges; pues al menos para mí, nombrar es respetar esos espacios en apariencia vacíos: el silencio, las sombras, el aire justos para no ahogar al objeto o al sujeto. Pues es el misterio, el azar los que muchas veces nos van dotando de ciertas expresiones, rasgos, distintos modos de movernos, de hablar o quedar callados; como la luz a determinadas horas bañando el alumbrado eléctrico o la cabellera de una mujer.

Por ello trato de evitar ciertas palabras que coartan el impulso de transformación; esa voluntad de ser que es intrínseco al hombre y siempre es voluble y volátil; si me apoyo en ciertas columnas prefiero que sean las salomónicas humeantes de Ortiz de Montellano; y si voy a degustar un buen vino y un buen queso necesito tener el paladar inspirado, pues el vino es como la boca femenina o como el tacto de la lengua entre los pezones: siempre cambiante, siempre otro; aunque el gusto por la embriaguez sea uno sólo.

Nunca hay que olvidar que los caminos para llegar al goce son siempre distintos y mutables y muchas veces carecen de palabras o su definición está en la indeterminación, en ser más sombra que cuerpo, más orgasmo que alma o más deseo que realidad. Pues un hombre a veces es mucho más por el cigarrillo entre sus labios que por su propio nombre y el cigarrillo es más por el humo que por el papel arroz enrojeciéndose lentamente sin importar la marca de la cajetilla; y esa asociación de elementos dejan de ser un rostro y un cigarro para convertirse en el retrato de la espera, en una de sus acepciones.

4 comentarios:

  1. Coincido contigo. Coincido en la contradicción del nombrar, solemos creer que el decirle a algo (alguien) que es determinada palabra existente en el diccionario será la definición que viene después. Y algunos lo son sin antes siquiera saberlo, mientras otros cambian para serlo y algunos más se recortan a sí mismos para forzar su entrada en las letras que creen son...

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  2. No invenes Acuña lo que escribiste cayo como si todo fuera planeado para el dia de hoy. slds

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  3. Gracias Lyli como siempre =P, y bueno mi estimado, gracias por leerlo y no sé si fue bueno o malo que cayera hoy. Saludos.

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  4. Pues nada más salamero que felicitarte por otro buen texto. Sin duda tanto ejercicio siempre será en pro de la calidad. Yo creo que ya eres "pro"

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