sábado, 4 de junio de 2011

LAS PALABRAS O LA CONJURA DE LA CITA


Duele la cabeza tan sólo de intentar imaginar el futuro, pensar que si hago esto o aquello lograré adelantarme al azar, al tiempo, a sus trampas que sin saberlo con cada una de mis acciones voy construyendo.

Duele demasiado y más cuando pienso que toda la vida pasa por las palabras; y por medio de ellas puedo conseguir o perder aquello que deseo.

Esto no quiere decir que falte sinceridad a lo que digo o escribo, pues si no la tuviera no podría si quiera imaginarlo. El lenguaje no es una pose, tampoco una máscara que disfraza al monstruo. La palabra me nombra interna y externamente. Le pone los rasgos que aún no tiene mi rostro o que están allí pero que sólo a través de lo que digo se hacen evidentes.

Por ello creo que si mi vida se puede expresar, si mi cuerpo puede ser un anhelo, tres puntos suspensivos en pos de su mayúscula que le dé continuación, el destino y el futuro se podrían construir de la misma manera y que si pudiera descodificarlos vería senderos, rostros, labios formados de palabras, como esos programas de computadora formados de ceros y unos.

No me acuerdo qué filósofo o escritor dijo que nombrar es ser; quizá por ello a veces trato de olvidar mi nombre, porque quisiera no reflejarme en el espejo, desaparecer y que al mentar otro, el de ese azar, el de la cita, el del destino deseado, el suyo, sí, el tuyo, fuese tu rostro quien apareciera delante del espejo y que fuera tu boca quien dijera entonces el mío, para aparecer detrás de ti; y que al ir susurrando cada uno de nosotros las letras que conforman nuestros nombres, como una especie de sortilegio, también, sin saberlo, se empiece a formar ese destino que imagino, y que estas breves palabras no son más que su primera piedra; letra o alfabeto para acercar mi nombre y mis horas a tu boca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario