jueves, 16 de febrero de 2012

OBRANDO



Estaba decido a hablar de la belleza, de mi manera de embrutecerme con ella. Lamentablemente mi estado es una densidad acuosa y verdinegra que me impide escribir de cosas gozosas, es más, todo a mi alrededor tiende a tomar esa consistencia.
Lo único que puedo comer es caldo de pollo y atole, pa’chingarla es de fresa, de un rosa antinatural que contrasta con la podredumbre de mi organismo. Me pregunto si así será la mierda de Rosita Fresita cuando tiene diarrea.  Da igual, en este momento es el color de mi agonía.
Otra cuestión, en el mismo orden de lo irrelevante es: ¿si Baudelaire habrá escrito algunos de sus poemas en este estado de putrefacción; oyendo en el silencio de su cuarto los retortijones que le harían dejar un verso malparido para ir en un estruendo de chirridos de bisagras y en un zumbido de puertas a defecar algunas de sus florecillas del mal?
A mí se me han ocurrido algunos versos en el baño. Aunque confieso que nada bueno puede salir de la mierda, al menos de la mía. En estas doce horas que llevo enfermo no me ha salido un verso decente, ni un párrafo que pueda servir para algo.
Recuerdo que una vez, hace muchos, muchos años, Jaime Augusto Shelley, en un taller que tenía, me dijo: este poema ni para limpiarme el culo porque me raspa. Es verdad, ahora que lo tengo tan sensible sé que aquellos versos serían una mentada de madre para cualquier persona, y más en papel fotocopia.
Pero hay veces que simplemente no puedo, que escribo sin querer escribir, a pesar de que la enfermedad me quiera poner un punto y final, al menos un punto postergado, pero yo, necio, aferrado a escribir algo, lo que sea. No por el gusto de la palabra, ni por ver qué pienso. Simplemente escribo para sentir el teclado y el tamborileo de los dedos y observar cómo se va llenando esta hoja de tinta, sin saber, ni importarme realmente si de verdad lo que escribo servirá para algo más que para poder saciar mi adicción a la palabra, a la monotonía de teclear y teclear sin un fin en específico, sólo por expulsar algo de mi cuerpo, que no necesito pero tengo la imperiosa necesidad de defecar.
Por tanto, escribir es lo mismo que tener chorrillo: es inevitable. Aunque se luche siempre es el mismo resultado: o se caga o se termina cagado y siempre es mejor la primera opción.
Escribo por enfermedad y en la enfermedad, embarrado, con la mierda hasta la garganta, sin ganas de hacerlo, sin oficio y a pesar del oficio que me tiene maniatado en este párrafo cuando ya la traigo a flor de labio y tengo que dejar inconclusa una idea que estaba a punto de lubricar la hoja y quizá apuntalar con un poco de firmeza este aguado artículo, pero si no corro, me agarra Chole de la mano, ustedes dispensarán…

2 comentarios:

  1. jaja... me encanta la comparativa que haces con la mierda y el escribir por escribir. Normalmente cuando lo haces con gusto al final se torna en algo que hacer por inercia y sin consciencia.. Muy bueno, la idea es clara y hasta sonríes al leerlo, simplemente por que te suena familiar la historia...

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  2. Andas ahora muy cacafónico, por así decirlo. Ojalá que cada vez que nos sentáramos en el trono pudiéramos convertirnos en reyes de algo, aunque sea de escritura compulsiva, no vago?

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