viernes, 6 de abril de 2012

UN ESBOZO DE NADA


Nadie puede abolir el azar, somos el cúmulo de muchas contingencias. Hoy estas palabras pudieran ser el reflejo de alguien más, quizá el que era ayer o de otro que ni siquiera existe o que ahorita mismo se está formando al ritmo de estas letras.
Lo imagino vestido con una camisa blanca, sin mucho empeño en el peinado, su pantalón mal planchado, deslucido como la propia tela de los bancos donde está sentado. Espera su cerveza, los dedos tamborilean en la barra, no sé si de nerviosismo o sólo está recordando una melodía que no se ha podido sacar de la cabeza. Él está allí sin saber que es mi mente quien lo hizo posible, que si espera a alguien o está solo bebiendo es porque yo lo quiero imaginar de ese modo.
No tiene conciencia de que estoy pensando en él y lo estoy creando o que estoy salvando parte de su vida, pero si eso es posible, también podría ser que alguien más guíe mis palabras, que esté creando este momento en que escribo pensando que estoy conservando el recuerdo de alguien más. Quizá no es una parte importante la que estoy resguardando del olvido, como todas las cosas inútiles que he acumulado hasta hoy, pero está allí y por ello tiene todo el derecho de existir.
Pero si no hay nadie detrás de mis palabras, si soy yo el que está conservando el rito solitario de aquel bebedor, quizá, del mismo modo, recobre un instante que he perdido. Tal vez exista una persona que haya escrito parte de mi vida, ciertos recuerdos míos de los cuales no tengo memoria y pueda intercambiarlos por los que ahorita estoy guardando.
Pero, si alguien está dictándome estas palabras, le pido que no ponga un punto final a mi historia. Si se cansa de mí, de lo aburrida que es mi vida, que me deje en puntos suspensivos, quizá algún día haga algo diferente, pero necesitaré forzosamente de ese recuerdo, en apariencia banal, para poder romper o cambiar mi rutina, quizá sea ese momento el ápice de mi hartazgo para salir de mi estilo de vida, no lo sé.
Si puedo seguir pidiendo, me gustaría que me devolvieran el aroma de un pubis que se me quedó bastante tiempo enredado en la garganta pero que hoy simplemente, por más que he tratado, no puedo recordar; espero que alguien lo haya conservado para mí, porque hoy necesito saturar mi nariz de deseo.
Por lo pronto aquí dejo el recuerdo de aquel otro que por fin recibe su bebida, ve las gotas de agua deslizarse por el cristal del tarro, se acuerda de las calles que tuvo que caminar para llegar allí, pero sobre todo del obsceno calor de afuera y sonríe antes de dar el primer trago.
No sé si espera a alguien o sólo mira a su alrededor como una manera de contrastarse con los demás para atizar el veneno de su soledad o quizá, sólo es por simple curiosidad que recorre rostros, cuerpos y con ello se siente a gusto, conforme, integrado a la vida, a todos aquellos contertulios que como él beben para refrescarse un poco del infierno que dejaron al entrar en el bar…
Es todo lo que puedo ver, después se difumina con la misma rapidez con que bebe la cerveza. Dejo este esbozo que alguien perdió y tal vez pueda completarlo con sus pensamientos de ese momento –a los cuales no tengo acceso–, y si ese alguien tiene algo que me pertenece, le pido, del mismo modo que lo escriba y me lo haga saber, porque pienso que hay cosas que no deberíamos haber olvidado, aunque a veces parezcan demasiado banales y no lo son, porque su existencia no brilla en el momento en que sucedieron sino en un tiempo distante, en el futuro, cuando ya las hemos olvidado.  

2 comentarios:

  1. Querido vago: parece que esta semana se trata de olvidos, reconstruccciones y recreaciones. Hombres que sueñan hombres al escribir sobre ellos y la infinita circularidad de crear lo creado y, al mismo tiempo, ser creatura. Está bien tu aclaración sobre la imagen, no te vayan a destituir de tu cargo cultural.

    ResponderEliminar