viernes, 24 de agosto de 2012

VENECIA SIN TI



Empiezas siendo una cosquilla en los dedos de mis pies, tus hormigas trepan por mis muslos, horadas la carne, reptas por mis venas, mordisqueas mis huesos, me escoces el falo, haces arder mi vientre; ahora estás en mi garganta, la aprietas, subes por esos pequeños conductos que llegan hasta mi boca, la dejas cariada, hinchada; remontas por mi nariz hasta infectar mi oído derecho, estoy enfermo.
Acostado, me aguadas la almohada, haces que en la madrugada prenda la luz y camine por una sala a obscuras, todo es igual a los últimos días que estuvimos juntos. Tengo la boca seca, estoy cansado, demasiado cansado.
Sé que te gustaba mi cara, lo sé, en este momento te me presentas como un dolor de cabeza, como una patada en el cerebro. Mi belleza se la debo a otro golpe, uno que me dieron en mi pubertad. No sé qué haría ahora si no tuviera la boca y la nariz chueca. Podría ser el próximo Clint Eastwood o Robert de Niro, podría ser un mafioso o un capo, pero la verdad soy muy flojo para la actuación y las emociones fuertes no son para mí.
Me han dicho que Venecia es el lugar perfecto para no encontrarte, pero que es un cementerio de soledades. Que allí los canales, los puentes, los cafés están libres de ti, del amor vivo, de todos esos presentes sentados en  mi mesa. Aunque dicen que es triste, que es como aquella canción. No puedo entender a ese cantante que busca o quiere encontrar en Venecia lo que ya no está en Venecia. Yo, al contrario, estaría muy bien en una Venecia sin ti, sin este dolor que no me deja respirar a gusto. Aunque sería absurdo tener que ir hasta allá para curarme. Digo, nunca fuiste la mujer más hermosa del mundo, pero no eras fea, me gusta tu frente y tu nariz, y sí, sí, tus senos, tus senos, tus aréolas grandes, redondas, como dos doblones españoles. ¡Ah, tus senos!, la única suavidad que recuerdo de ti. Además, no tengo ni dinero para irme siquiera a Cuernavaca como para pensar ahora en Venecia.
Pero de alguna forma tengo que marcharme. Qué me queda, qué opciones tengo, estoy enfebrecido por ti, no quiero seguir tiritando de frío y tener el cuerpo hirviendo. No eres más que una enfermedad, un café frío en la mañana.
Si al menos me dejaras un momento, si tuviera el valor de echarme bajo la lluvia como una ballena encallada en la playa, pero la lluvia, la lluvia… O dar saltos como los niños entre los charcos o jugar futbol y llenarme de lodo las rodillas y mentar madres al portero que no puede parar un estúpido disparo. Cómo me gustaría presumir mi incapacidad para los deportes con cualquier niña que pase montada en su bicicleta. Mi virtud y lo sabes, es ser gracioso. Al menos siempre te parecí simpático, a no ser que también me hayas mentido sobre eso.
Y hablando de niñas, una vez estuve enamorado. Ella tenía un rostro claro y unas piernas hermosas y unas nalgas que me causaban cada vergüenza con la gente que me veía por debajo de la cintura. Pero la felicidad, al imaginarlas apretadas entre mis manos, nunca me la pudieron arrancar, incluso ahora.
La dejé de ver, no porque quisiera, las cosas así pasan. Era muy bonita, se llamaba Deyanira o Dayanira –lo curioso es que conozco a dos personas con esos nombres, por eso no recuerdo cuál era cuál. De las dos estuve enamorado y de las dos corrí casi con el mismo resultado. Bueno Deyanira o Dayanira, alguna de ellas, me quería un poquito, pero yo las quería demasiado, ése es mi problema realmente, quizá por eso no logro sacarte de mi nariz, eres como un pelo colgando de mi fosa nasal. Que quede claro, te quería, sí, pero no con el corazón. Uno puede querer sin necesidad de tenerlo. Eso sólo es una bomba, un músculo; y yo la verdad de músculos, cero. Uno quiere con el cuerpo, si no, para qué chingados querer a alguien si no le vamos a apretar los huesitos.
Pero es verdad, me olvidaba, estaba con eso de Venecia. Bueno, no estaba, pero quería estar pero no como aquel cantante. Aunque para mí, si pienso como él… Pero no, quién va a otro país a sufrir, ¿qué onda con el masoquista?
Total, si yo estuviera en su caso, que no lo es, mi Venecia sería la lluvia, cualquier tipo de lluvia, pero sobre todo la que te agarra en la calle mientras pasas frente a las ventanas de un café y allí, enmarcados, una pareja se besa, o sin besarse, simplemente, el sólo hecho de mirarlos da coraje. Porque vaya, no sé si sea mi mala suerte pero siempre la chica es guapa y el otro sinceramente feo –por decir lo menos; y yo, la verdad, soy guapo, quizá demasiado. No, de verdad, soy un hombre guapo, no tengo la culpa, lo juro. Además, en eso no tengo nada que ver, uno nace así, no es una virtud; digo, nada hice para nacer guapo, sólo nací así. Pero estaba hablando sobre Venecia y sí, lo que me pone chípil y hace andar la maquinaria del recuerdo es la lluvia; al menos que me vaya a Durango o a Zacatecas podría evitarla. Pero allá se vive mal, tienen demasiados problemas con las sequías, además el conflicto entre el ejército y el narco no es para tomarlo a la ligera, prefiero morir de amor que de muerte natural.
Digo, no se vive muy bien aquí, pero tenemos agua y sí, hay asaltos, asesinan gente como cualquier otro lado –en menor cantidad–, violan mujeres, los borrachos cada fin de semana le clavan la lámina del auto a un cristiano y, sí, dejan niños en botes de basura, haces más de hora y media al trabajo o a la escuela; pero no escuchas a la vuelta de la esquina la metralla o los coches bomba o los gritos de los que estaban, sin saberlo, ante su última cena en un restaurante.
Soy miedoso, lo acepto, pero quién no le tiene miedo a una pistola y aunque no me gusta mucho bañarme, a veces es inevitable darse un regaderazo, además para preparar la comida e ir al baño se necesita agua y no tenerla de verdad es molesto. Quizá la lluvia, el insomnio y soportar este dolor en el cuerpo no sea tan malo después de todo. Ya pasará, igual con una aspirina dejas de masticarme los sesos, nada puede durar para siempre. 

1 comentario:

  1. Este Adonis contemporáneo está profundamente enfermo y también absoultamente vacío. No puede encontrar, ya no sólo el lugar para sus deseos, sino para sus propios huesos, que se diluyen como la lluvia. ¿Así suele ser el abandono, o la memoria del abandono?

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