domingo, 12 de julio de 2015

LA JORNADA DE UN ESCRUTADOR









Califico exámenes, soy una máquina en medio de un caos sin reglas gramaticales, sin ortografía. Palabras minusválidas, sentidos amputados. Acá un diente, acá, ¿otro? Aquí las frases llegaron al mundo de antemano olvidadas, prescindibles; así se van, sin decir nada, un folio cuyos números sólo rasgan las pupilas. El reloj avanza hasta la hora de comer.

Texto tras texto es lo mismo, no paro, mi cerebro está bien lubricado para la tarea, dispongo de la mejor tecnología en el mercado. Soy la última actualización de mi lengua y sólo una coma del lenguaje.

Todavía no se inventa un algoritmo para los mil y un caminos del alfabeto, para juzgar lo que es propio de nosotros: las palabras, sus sentidos: goce y milagro de la expresión escrita, del hombre, de dios. La soledad nos pertenece porque podemos deletrearla y dios puede ser todo lo omnipresente que quiera, pero si nadie lo nombra habrá muerto; así los griegos perdieron a los suyos, así Cavafis recuperó tantos jóvenes hermosos de la muerte. La palabra es mi Dios, nada me faltará —sólo la comida, los libros, el gas, el teléfono…—. La palabra es mi Dios, nada me faltará.

Avanzo, frente a mí un amor sin r, sin fuerza, sin garra, sin rompe y rasga; allá una pareja deja su singularidad, la intimidad de su cópula por una orgía de plurales, ¿desde cuándo comenzó la infidelidad? La marco, allí, sin nexo, sin cohesión, ¡sin madre! Sólo en la escritura. En la vida cuando un hombre se rompe no hay palabra que lo reintegre al mundo.

En la cama siempre duerme más de una persona, en una pareja al menos hay tres cada noche —¿recuerdo o de verdad me lo digo? Las sombras y los gatos se multiplican en la obscuridad, también el lenguaje y las pesadillas, como las putas palabras que tanto lamo y que, en mi trono de juez, no son más que lama.

La filosofía y la imaginación quedan fuera de mis deberes, tengo dos hierros clavados en las miembros más suaves y flexibles de la mente. No puedo perderme, señalo, asiento calificación, olvido y vuelvo a empezar: señalo, asiento calificación, olvido y vuelvo a empezar… Una historia dentro de una historia. La última será tan mala como la primera o peor, temo los finales. La muerte es el fin del lenguaje.




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