miércoles, 30 de noviembre de 2016

DESEO









Siempre es la misma pregunta, subo una montaña o una pendiente o las escaleras que dan a mi salón, ¿qué soy? Busco mi rostro, ¡cada uno de los malditos días de mi vida he buscado mi rostro! Cuántos libros he leído con esa intención, cuántas palabras he trazado para encontrarme, pero la escritura jamás encuentra nada, nos precipita en un caos que simula un sentido: “Nada es verdad o mentira”.

He garabateado mi rostro un millón de veces, me he perdido en el insomnio, en los siete velos y en su desnudez, en uno igual al que hoy me conjura y que torpemente olvida la salmodia para hacerme tangible, carne de mi carne. Escribo desde mi fantasma, agarrado por el deseo de saberme me caliento.

El “deseo”, qué palabra más tierna y huérfana, cuánta brutalidad entra allí. El deseo tiene una forma y en ella se esconde el único sentido que nos valida. Para mí el deseo es mujer, es el eco de mi carne, la hondura donde renuevo mis entrañas, el espacio donde me eternizo, azogue y fuste, revelación de ti, ¿de mí?

Boca, voz, la claridad de sus senos, la caridad de sus caderas enrojeciendo contra la crudeza de mi tacto, el peso de mi aliento, de mi saliva sobre sus glúteos. ¿Qué soy? En esos momentos lo soy todo y pruebo todo, el infinito recorre tus muslos en mi cara, ¿no sientes ladrar a los perros?, se eriza la lengua, te olfateo, la luna es una enorme manada de aullidos. Revuelve mi cabello, embrídame a tu coño. Gemido a gemido me yergo bajo tu pubis.

Tengo la cabeza cercenada por el deseo, bésame, llénate de sangre, ¡qué otro suicidio que matarme quieres! Bésame, corroe mi aliento, lame mi barba, la memoria de mi agonía, “conserva la forma de mis amores descompuestos”. Traga mi lengua, sofoca el filo de mis palabras con el monótono tartamudeo de la carne, apriétame al círculo de tu noche, destrózame la razón de los sentidos. Ámame, no me ames, no creas nunca en el amor, lo es todo. Atragántate.

Dime, ¿Serías amor si fueses vida, serías deseo, serías qué color, qué torturada violeta o qué lila o qué espina? Dime, ¿y yo, qué soy, qué me queda cuando tus manos cargan con mi cabeza?

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