martes, 14 de febrero de 2017

RUELAS, EL MALDITO









Es difícil escribir con un perro que te juzga cada palabra, que se sienta enfrente de ti y te mira sin expresión, al menos eso parece, no mueve la cola ni el hocico, pero algo sardónico hay en sus bigotes, un leve temblor que nadie contempla y está allí, lo sé, en esos ojos oscuros que esperan que yo mismo me vea dentro de ellos.
Sí, Ruelas, sí, soy un fraude, en mi mente no hay un pensamiento que sirva para sostener una crónica que valga la pena. ¿Qué tengo que decir? Realmente nada, sigo en pijama, llevo mi primera taza de café, la de lunas, la de los sueños, la melancólica, la muy siglo diecinueve, si tuviera un nombre le pondría Nerval. ¡Vamos, Ruelas!, tienes un amo que es maestro de Literatura, ¡te llamas Ruelas, carajo!, ¿no te dice nada de lo simple que soy? A mí tu nombre me dice todo: maldito, drogadicto y loco: en resumen, genio. Qué torturante cargar con un nombre así. ¿Escuchas los pájaros, a los insectos sobrevolando en pos de ti o sólo son pulgas? Cuál te aguijonea la cabeza, te chupa la sangre, ¿qué trino es un vitral quebrándose en tu cerebro? Ruelas, a veces hay tanta crueldad en un nombre, pero el amor siempre es cruel, es un perfume demasiado rabioso.
No te mueves, ¡sigue viéndome, anda,  qué contemplas!, una farsa, sí, una farsa que intenta hacer algo con las palabras que se va encontrando, que están tan frías esta mañana y no tengo paciencia para calentar los dedos y el cerebro, tengo prisa por encontrar un ritmo, por otear las sombras de los recuerdos, las mujeres que sigo con el olfato ya viejo, he olvidado tantos coños y axilas, Ruelas. Siempre he tenido predilección por las cosas amargas, existe tanta dulzura en ellas. Pero qué vas a saber con esos ojos de ónix, fraile peludo, torvo y solitario, ¿llorarás? Lo dudo.
No, lo haces, sí, yo quisiera llorar como tú lloras. En silencio, mientras observas a otro, sintiendo pena por él, por mí, que no puedo encontrar el canto, el trino, la alegría a la locura, la alquimia necesaria para crear un brebaje quita pereza y así borrarte la estúpida mirada y sacarte a pasear.

6 comentarios:

  1. Humano demasiado humano. Habitante y extranjero de su propia piel.

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  2. Entre Ruelas y Tablada no dejas tus aires de principios del XX. Me recuerdas también ese pasaje del Pascual Duarte donde ante la mirada del perro, que es la suya, el hombre no puede soportar y prefiere jalar el gatillo, que en tu caso, es la escritura.

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  3. Muy bueno.....escribis muy bien ! Sos un hallazgo. Cariños

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  4. El escrito me recuerda al perro de la novela "Niebla" de Unamuno.

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