viernes, 23 de agosto de 2013

LLUEVE


He sentido la lluvia desde anoche, pero cuándo empezó a caer, desde qué noche, porque la lluvia nunca es diurna, su ámbito, su raíz está en la obscuridad.

Nunca para, no hay tregua, gota a gota constante, tercas, pequeñas conmoviendo los cristales de esta habitación sin ventanas, los cristales de mi rostro, de los espejos vacíos que de pronto, en medio de la tormenta, brillan para diluirse en su propia soledad.

Llueve, escucha la marcha, los casquillos de agua y truenos contra el pavimento, el golpeteo certero, infatigable, los tambores que van levantando el asfalto allá fuera, conmoviendo un mar de luces, de relámpagos y de piedras y tezontle cada vez más fragmentados.  Charquean los pasos, la prisa, los paraguas florecen, se enredan unos con otros. No hay rostros, sólo movimiento y sonido: humedad entre la ropa, el ruido de las cubetas o de las ollas de peltre, los tambos y el tanque en la azotea, los gatos; sobre todo el tañido de sus sombras resuenan en esta noche.

Un balazo, un grito, sirenas que no cantan, que gimen en rojos y azules, que giran desesperadas en su teatralidad, sobre su escenario de lluvia y de noche. Siempre llegando tarde, si es que llegan. Dibujan una línea, un hombre de gis en el pavimento, luego se alejan, con el aullido apagado. Sólo la lluvia sigue constante, desliendo la tiza, la huella de sangre, de humanidad deshumanizada . Sigue, escucha, aún ahora con el sol a plomo, aún ahora que un niño bosteza al matar a otro. Sólo la lluvia llega, lejana siempre y nos empapa todo. A veces esconde al verdugo, otras la felicidad, la sanación, siempre el recuerdo y el olvido.

Recostado, desnudo, pegado al sudor de mi frente y de mis muslos que caen en el desconsuelo del colchón: abierto, blanco, silencioso; espero. Estoy empapado de adentro hacia fuera por una divinidad pluvial, por una enredadera de agua, por un islote de sacrificios.  Afuera de mí, el sonido descompasado que ya no puedo contener, el dique de lo que soy se ha roto y se precipita por todo el cuarto, escaleras abajo, entre el espacio de la puerta y el suelo que da a la calle busca su cauce. Todo lo anega, brota de todas partes,  moja el aire, germina y cae como una mujer bañándose a mitad de la nada o de la calle. La imagino llorando y no veo su rostro, llora y danza, como si estuviera pariendo al mundo y no quisiera, pero no pudiera evitarlo, sigue, gira en ella misma, es su centro y su eje;  mira el presente y teme su humanidad, la mordida que la va devorando, el caudal que entre sus pies se derrama. Sangre y agua se mezclan en un grito. Amputado me desboco.

Me sacudo, berreo, los metales del agua despiertan al coloso dormido. Una vez más se levanta, milenario, lentamente sigue, se yergue. Acostumbrado a respirar de la sombra inflama su tronco, eco en el bosque, la piedra, el tótem en el paraíso,  chorro endurecido de mis palabras. Afuera ella baila. Ágil, morena. Adentro todo está quieto, nada se mueve, la columna permanece inconmovible soportando al mundo.

La lluvia me constriñe. Escucha, no ha parado ni parará. Escúchala penetrarte. Siente la humedad de sus rostros que son los tuyos. Nada y todo ha surgido. El tiempo expande sus ondas, su corriente es un círculo que choca y estalla y recomienza; su entraña es el sonido que te palpita en el corazón, es la metralla que te perfora la sangre, que humedece tu lengua. Llueve. Llueve. Afuera alguien baila, siéntela vibrar en las paredes de tu cuerpo, te baña, te crea. Toca tu rostro o la noche. Siente el eco de su sexo cimbrarte, te derrumba en su corriente. Busca tus pies en la obscuridad y anda, no hay puertas. Afuera llueve y todo comienza.

1 comentario:

  1. De pronto el brinco entre la atmósfera y el cuerpo me fue chocante. Luego he visto la conexión entre un mundo que se desborda y se derrama en su propio ruido y su propio abandono; el cuerpo también es un mundo que habitamos: nada tan inhumano y anunciador de la muerte como un grifo abierto desbordando un cántaro. Luego, las inevitables referencias sexuales, pero esta vez puesto el acento en la humedad que le es característica y su poder generador. Un monstruo cósmico alimentado por una danza salvaje. El mundo se retroalimenta y comienza de nuevo tras el diluvio. Muy bien!

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