viernes, 16 de marzo de 2012

CRISIS CREATIVA




Esta semana me ha costado mucho escribir Vagalia, porque empiezo a soñar en personajes, en espacios y en historias debido al poco tiempo que tengo para terminar un libro de minificciones y apenas llevo dos semanas en ello. En este momento, estoy obsesionado con una falda verde, ceñida a los muslos, vista a través de una copa de Martini. Es noche –debe de serlo– una falda así no merece otro horario.
Flota la aceituna y el vestido se mueve, se contonea, se disipa en la copa, la va ahogando en su color. Estoy mareado, me siento en altamar y con la cara al suelo. Me entra la nausea, me agarro de la mesa. No sé si me está viendo o no. Pero no debo vomitar. No, porque tengo que escribir al menos un párrafo, algo, lo que sea. Y sé que debo alejarme de ella porque no me da más, no surge una ficción de aquí; pero tantas horas sentado, urdiendo todos los días una historia diferente, pensando –cuando no estoy frente al teclado– líneas argumentales, un principio, un medio y un fin –a veces no llego al fin o ni siquiera tengo un nudo–, me tienen al borde de la histeria.
Tengo una falda vista a través de un Martini, eso es todo, ni un personaje entero logro crear, es verdaderamente patético. Pero la falda es hermosa, lástima que no pueda describirla porque su mutabilidad escapa de mis ojos al verla a través de la copa y del líquido del cocktail. 
     Si pudieran mirarla seguramente alguno de ustedes se les ocurriría un cuerpo, un rostro, un nombre, y lo más importante, una historia; porque a mí, realmente, a estas alturas, no me queda cabeza para imaginar nada.

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